Ahora
vamos a ver los diferentes tipos de complementos indirectos no
seleccionados. Lo primero, un complemento indirecto es una función
sintáctica que designa al que recibe la acción, o al que la experimenta,
o al que se beneficia de ella. Siempre es o bien un pronombre de dativo
(me, te, se, nos, os, le, les) o bien un sintagma preposicional
introducido por la preposición a. Ahora que eso ha quedado claro,
aclararé que el ser no seleccionado significa que no es obligatorio en
la oración, que su ausencia no cambiaría el significado principal (solo
aporta una pequeña información que no tiene por qué ser relevante),
gramaticalmente, que ningún predicado lo necesita para completar su
contenido semántico. Vamos, que es un acoplado, que nadie le ha dicho eh
tú ven aquí que sin ti no soy nada. Y, en español (no tego ni idea de
cómo será en otros idiomas) hay cuatro complementos indirectos no
seleccionados.
El
primero se llama dativo de interés. Porque se refiere al interesado, al
que se beneficia (o perjudica) de la acción del verbo. Un señor le
describió a María al atracador. Un señor describió al atracador es una
oración totalmente correcta y completa, podemos prescindir de la parte
en la que se menciona a María. Pero María es la interesada en la acción
de que se describa al atracador, es la que recibe la información, por
eso se llama dativo de interés.
El
segundo tipo es el dativo simpatético. Es un complemento indirecto que
indica posesión. Se me torció el tobillo. Ese me es un pronombre de
dativo (es decir, que es un complemento indirecto) que indica que el
tobillo es mío. Se le torció el tobillo implica que el tobillo es de él.
También se utilizan a veces para indicar autoría (que al fin y al cabo
es lo mismo que posesión, si eres el autor de una obra significa que esa
obra es tuya, como en te ha quedado muy bien el artículo) o parentesco,
como se le casaron todos los hijos, que indica que los hijos son de él.
Mi
dativo adjunto favorito es el ético. Se da sobre todo en la lengua oral
y suena un poco paleto, a decir verdad. Señala a esa persona que se ve
afectada de forma indirecta por la acción verbal. Por ejemplo, imagínate
que tú te pones nerviosa y eso a mí no me gusta porque me produce
estrés. La acción es ponerse nerviosa, que la realizas tú, pero a mí me
afecta indirectamente que lo hagas. Así que yo te digo: No te me pongas
nerviosa. ¡Ajá! Ese me ahí indica que el hecho de que tú te pongas
nerviosa me está afectando a mí de alguna manera. Si yo dijera
simplemente no te pongas nerviosa, que sería igual de correcto y te
estaría diciendo lo mismo, doy a entender que solo lo digo por tu bien,
pero que a mí tus nervios ni me van ni me vienen. Otros ejemplos, no se
me acalore, señora; o no te me vayas, porque si tú te vas yo me quedo
sola.
El
último es el dativo aspectual o también llamado concordado. Está ligado
al sujeto y concuerda con él (por eso se llama concordado) y es, por
ejemplo, el me de ya me he estudiado todo o el te de aún no te has
comido las lentejas. Vemos que se puede decir igual ya he estudiado todo
o aún no has comido las lentejas, pero el uso de el dativo en estos
casos implica que el sujeto debe realizar algún esfuerzo para llevar a
cabo la acción, o que el hecho de hacerla es algo inusual. En ¡hala, ya
me he estudiado todo, por fin! hay como más reconocimiento que en
simplemente ¡hala, ya he estudiado todo, por fin!, que parece dar a
entender que la acción es un poquito más fácil o más común.
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